Una mujer revolucionaria
Lo que santa Teresa experimentaba no eran visiones, sino la certeza de la presencia del Amado en su corazón
Mujeres – 15/09/2008 8:01 – Autor: Frei Betto – Fuente: Adital
Estuve en Bananeiras (ciudad del interior del estado brasileño de Paraíba), predicando el retiro a las monjas carmelitas descalzas. 19 mujeres, casi todas jóvenes, que viven enclaustradas. Es admirable pensar que las semillas de esa comunidad nordestina fueron sembradas, hace cuatro siglos y medio, en España, por Teresa de Jesús.
Hija de una familia burguesa, Teresa nació en Ávila en 1515. Ingresó al monasterio a los 20 años, pero su caso de amor con Dios sólo se reveló como una gran pasión nueve años después, en 1544, al sentirse arrebatada por la experiencia mística.
En un momento histórico en que el cartesianismo rompía la unidad entre espiritualidad y teología, y la Reforma protestante imponía la experiencia de fe sobre la doctrina de la autoridad eclesiástica, Teresa se hizo sospechosa a los ojos de la Inquisición.
Entre 1558 y 1560 seis teólogos la mantuvieron bajo observación, prestos a desenmascarar al demonio que podría estar detrás de su espiritualidad.
Lo que santa Teresa experimentaba no eran visiones, sino la certeza de la presencia del Amado en su corazón. «Esta gran gracia es de Dios, y mucho aprovecha al alma a quien le fue dada, porque es muy intensa oración, pero no es visión. Entiendo que allí está Dios por sus efectos que, como digo, produce en el alma, pues de ese modo quiere el Señor darse a sentir» (Vida 27,4).
El inquisidor Fernando de Valdés combatió la ‘espiritualidad afectiva’ y publicó el Índice de libros prohibidos (1559), sobre todo novelas, entre ellas algunas preferidas por Teresa. «Cuando se retiraron del público muchos libros en lengua vulgar, para que no fuesen leídos, lo sentí mucho, porque me recreaba leyendo algunos, y ya no lo podía hacer porque los permitieron sólo en latín. Entonces me dijo el Señor: ‘No tengas pena, yo te daré un libro vivo’» (Vida 26,6).
Cuenta Jerónimo de San José que las monjas se extrañaban de Teresa: «¿Por qué Teresa se mete con esas invenciones? ¿Para qué esos extremos y novedades, tanta oración y contemplación, quedar por ahí a escondidas en los desvanes y rincones de la casa?»
Hubo un momento en que nadie quería confesar a Teresa. «Temía que llegase a no haber quien me quisiera confesar, pues todos huían de mí. No hacía sino llorar» (Vida 28,14). «Hartas afrentas y trabajos pasé al decirlo, y hartos temores y hartas persecuciones. Tan cierto les parecía que yo tenía al demonio, que algunas personas me querían exorcizar. Todo esto a mí me importaba poco; pero lo sentía cuando veía que los confesores temían confesarme o cuando sabía que les decían de mí algunas cosas» (Vida 29,4). «No entiendo estos nuestros miedos: ¡es el demonio! ¡es el demonio! Cuando podemos decir: ¡Dios! ¡Dios!» (Vida 25,22).
Dice san Pablo en la primera carta a los corintios: «Que sus mujeres estén calladas en las iglesias, porque no les es permitido hablar; sino que estén sujetas, como también manda la ley. Y si quieren aprender alguna cosa, pregunten en casa a sus propios maridos, porque es vergonzoso que las mujeres hablen en la iglesia» (14, 34-35).
En 1970 el papa Pablo VI se atrevió a discordar del Apóstol y proclamó a Teresa ‘doctora de la Iglesia’. Militante de la fe, reformadora y fundadora, ella no se calló en la Iglesia y luchó en pro de la libertad religiosa de las contemplativas y fungió como maestra espiritual. Nos dejó una obra de alto valor espiritual y literario.
Para Teresa vida activa y contemplativa caminan juntas: «Cuando el alma está en ese estado nunca dejan de trabajar, casi juntas, Marta y María; porque en lo que es actividad y parece exterior, obra lo interior, y cuando las obras activas salen de esta raíz son admirables» (Meditaciones sobre los Cánticos 7,3; Exclamaciones 5,2).
Al transvivenciar, en 1582, a los 67 años, Teresa había fundado 17 monasterios en España. En una Iglesia marcada por el academicismo de la escolástica y la sospecha de que los místicos eran insubordinados al control eclesiástico, Teresa abrió las puertas de una espiritualidad amorosa, interiorizada, alegre, que se alcanza a través de la meditación, de la renuncia a todo lo que nos aliena y a lo superfluo, de la confianza en que Dios nos ama apasionada e incondicionalmente.
La gran revolución obrada por Teresa en la espiritualidad fue precisamente invertir los polos: no son nuestros méritos los que nos hacen más próximos a Dios, sino nuestra capacidad de hacernos más próximos a nuestros semejantes y de abrirnos al amor gratuito de Dios.
Las monjas de Bananeiras mantienen una escuela gratuita para 181 alumnos, niños, jóvenes y adultos. No cobran nada. La municipalidad ayuda poco. Los profesores ganan un sueldo irrisorio. Llamé al gobernador Casio Cunha Lima da Paraíba y prometió mejoras. Ojalá.
[Autor de «El arte de sembrar estrellas», entre otros libros. Traducción de J.L.Burguet]
Frei Betto, Fray dominico. Escritor.
Fuente: http://www.webislam.com/
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